Tráfico de intimidad: ¿cuánto valen mis datos como paciente?
Por dpg

Han pasado casi veinte años desde que asistiese a unas clases del Master de Derecho de las Nuevas Tecnologías en la Universidad.
Entonces, éramos casi pioneros de una materia que prometía grandes posibilidades profesionales.
Los alumnos, lógicamente, éramos proyectos de abogados que soñábamos con defender los intereses de las grandes empresas del sector y cobrar los salarios de la época.
Recuerdo con especial cariño a un directivo de una empresa de telefonía que nos explicaba que el futuro sería de los contenidos. Las herramientas estaban ahí, eran presente, pero no había suficientes contenidos para llenar las redes con ellos.
Ahora que es normal ir chateando en el metro, o “colgando” en Facebook lo bien que nos ha sentado el verano, se entiende mejor aquella afirmación.
Entonces, se nos presentaban las posibilidades tecnológicas en el mundo del “Marketing” como una gran revolución.
Una persona que portase una PDA (entonces se discutía si utilizaríamos ordenadores con teléfono o teléfono con ordenadores), recibiría un mensaje al pasar por una tienda ofreciéndole jugosos descuentos e incluso mostrándole aquello que el usuario (así se llama en el argot jurídico-técnico) andaba buscando. “Fíjate, sabemos lo que buscas y te lo tenemos preparado”.
El futuro, ya está aquí.
Estudiábamos entonces la legislación en materia de Protección de Datos. Claro, si alguien puede tener todos estos conocimientos, es justo que los controlemos de alguna forma, ¿no?
Hoy ¿quién no ha oído hablar de las “cookies”? o ¿quién no ha leído en Internet la “política de Cookies” de una página web? o ¿quién no ha aceptado la “política de privacidad” de un determinado Web-Site?
Todo esto funciona sobre la base de la aceptación, la manifestación del consentimiento. O lo que es lo mismo, la perfección del contrato.
Para ello, el legislador europeo agilizó todos los formalismos de la contratación, obligando a los países miembros a adaptar su legislación en materia de Derecho Privado.
En España, modificamos nuestro Código Civil, para hacer más fácil la manifestación del consentimiento.
Oferta más aceptación, igual a contrato.
Parece que todo esto, no va con la administración pública sanitaria. A ellos, que tanto se guardan las espaldas con los famosos “Consentimientos informados” (ya saben, eso de que te van a quitar un granito de la espalda pero tu aceptas que puedes llegar a morir en el brete…..), resulta que la cesión de tus datos ya no les importa tanto.
Y es que desde siempre, en los Hospitales Públicos han existido “listos”, que vulnerando el interés general y el derecho particular de los ciudadanos, han cedido ilegalmente datos de pacientes a terceros para la oferta y prestación de productos y servicios.
Hasta ahora, esta práctica, que vulnera lo dispuesto en la Ley Orgánica de Protección de datos y la Ley de Autonomía del Paciente, se limitaba a “outsiders” internos que con picardía obtenían un rédito extra filtrando esta información.
Desgraciadamente, la miseria es como el agua. “Be water my friend”. Y haciendo caso a Bruce Lee, y ante la escasez actual de medios y de ética, desde muchas direcciones Hospitalarias o de departamentos concretos, se hace el agosto con la cesión ilegal de estos datos.
¿Que necesita una prótesis? No se preocupe, no hace falta un sistema informático que valore las cookies y las ordene hasta hacerle llegar una oferta. Recibirá una llamada a su casa ofreciéndole justo la que necesita.
Que ha tenido un gravísimo accidente y necesita una silla de ruedas. Bingo. Antes de que abandone el Hospital y sin tiempo para valorar opciones, ya habrá contratado la adquisición de una “nimbus 2000”, por un pastón claro.
Lo duro, es que todo esto pasa con la connivencia de quien controla la administración, que ha encontrado un fantástico nicho de mercado en los recortes presupuestarios y en la parte sórdida de un sistema sanitario que siempre estuvo ahí.
Todo esto me recuerda a la película “La red social”, cuando Zuckerberg mantiene una conversación con los miembros de la dirección de la Universidad:
“Y en cuanto a los cargos de vulnerar la seguridad creo que merezco algo de reconocimiento de este consejo.
- ¿Perdón?
- Sí
- No entiendo.
- ¿Qué parte?”