¿Podemos acabar con la corrupción política?

Por: Ignacio G. Gugel, socio del despacho dPG Legal para el Defensor de El Lector de Que.es
¿Hay normas positivas suficientes para dotar a los ciudadanos de herramientas para un buen gobierno de lo público y de lo privado?
Sí. Millones.
A nadie se le escapa que estamos en campaña electoral. En este momento, unos y otros partidos se lanzan a hacer propuestas para diferenciarse del otro, aunque sean imposibles de cumplir.
Lo que hace especial a esta campaña es que han aparecido partidos nuevos que se enfrentan a los viejos. ¿Y cual es la diferencia entre ellos? La ética y la moral.
Los viejos partidos parecen estar enfangados en innumerables casos de corrupción, que de forma aritmética van siendo sumados a los escándalos de décadas anteriores, dejando una sensación de pesimismo absoluto en el electorado.
Los nuevos partidos son ... eso, Nuevos. Y por lo tanto, no tienen detrás esa suma de asuntos turbios lo que les permite dar imagen de limpieza e integridad.
Sin embargo, cualquier elector sabe, piensa o imagina, que una vez alcancen cotas de poder, los nuevos también se corromperán.
Esta idea, nos lleva a ser pesimistas y a poner en duda nuestra confianza en el ser humano, devolviéndonos a épocas pretéritas como las descritas por la Generación del 98.
La gente está harta, y es lógico. Y lo está porque le falta la sensatez que le es robada por la lobotomización a la que le somete la "Opinión Pública".
El primer punto que el ciudadano debe asumir como verdad inmutable es que la corrupción existe, siempre. No hay sistema que no sufra este mal. Y por lo tanto, aquel que nos venda que no va a existir, simplemente, es un mentiroso.
Se evidencia en la anterior frase mi pesimismo antropológico, pero creo que a estas alturas del partido, a nadie le parecerá extraño y quien mas o quien menos coincidirá en gran medida con mi forma de ver al ser humano.
Podemos establecer una segunda premisa. El ser humano, conocedor de la actuación de sus congéneres, e inteligente él, decidió dotarse de una herramienta para evitar los problemas que generaba la Ley de la Selva. Esta no es otra que la Norma, o las normas.
De ahí que nuestros políticos tiendan a enarbolar el término cada vez que tienen una situación comprometida. La legalidad.
Sabe más el refranero popular, que los políticos y en él como una bandera sobre la luna, reina el aforismo "Hecha le ley, hecha la trampa".
Entonces, ¿Tampoco podemos creer en la Ley?
Como decía Marco Aurelio en el Gladiator de Ridley Scott, "hubo una vez una idea de Roma,... un susurro....".
La ley es un tipo de norma, aprobada por los humanos. En las naciones democráticas, dictadas por los parlamentos y en las democracias de segunda, por los Gobiernos y los partidos. Son normas muy útiles, que nos castigan si matamos, robamos o cometemos delitos,.... Que nos dicen como debemos construir nuestras casas, o que componentes no deben incluir las bebidas carbonatadas,....
Pero la ley, es como Sauron, el Señor de los Anillos, e inunda todo hasta crear una red imposible de manejar.
Creamos leyes para corregir los defectos de otras leyes, y así hasta el infinito. Este exceso, es el que mata a los sistemas políticos ya que acaba por convertirlos en presas de su propio cebo.
Vamos a combatir la corrupción!!!. Pues aprobemos una ley. El ciudadano asiste atónito a un ejercicio difícil de explicar. El "pseudoparlamento" ha aprobado una ley que dice a los parlamentarios que no deben robar, extorsionar, aprovecharse de su posición,.........
Ahora viene lo duro: ¿existe algo para luchar contra este fenómeno?
Para acabar con ello no, ya lo hemos dicho antes, pero para mejorar la situación hay dos herramientas: el palo y la zanahoria.
El palo. Ejecutividad, Voluntad de ejercer la acción de gobierno y de perseguir las conductas ilegales o ilícitas. Que las fuerzas de seguridad actúen, que los Jueces y fiscales actúen,... pero no como herramientas interesadas del Gobierno y los partidos.
La zanahoria. La formación moral y ética. La NORMA MORAL. No importa si la norma la dicta Dios, la razón, o Galactus de la Marvel. Matar está mal, meter la mano en la caja pública está mal, enchufar a tu primo en un ministerio está mal,... No necesito que un Juez aplique una norma para saberlo.
Y llegamos a la conclusión de este leve divagar: ¿hay normas positivas suficientes para dotar a los ciudadanos de herramientas para un buen gobierno de lo público y lo privado?
Si. Millones. Para aburrir y para que sea imposible conocer todas.
Entonces lo que falta es eso de lo que nadie quiere hablar. Quizá somos demasiado adultos para ello...
Fuente: http://www.que.es/blogs/201505060823-podemos-acabar-corrupcion-politica.html